Considerado un maestro mexicano nacido en Barcelona, Vicente Rojo llegó a nuestro país entre vientos y mareas como un inmigrante más, pero con semillas por cultivar. Varios años después, gracias a su ímpetu por aprender y escuchar con atención las instrucciones de su maestro, Miguel Prieto, quien lo formó en el arte y el oficio tipográfico, obtuvo el andamiaje necesario que dio inicio a su legado.

Palabra e imagen, forma, textura, espacio, mancha tipográfica y tintas planas hacen de su obra un laberinto sin fronteras. Una espiral infinita que cambia oficio y rumbo, en la que mantuvo la excelencia, concentrándose en la vocación y diferencias de los oficios practicados. Así, Vicente Rojo muchas veces resultaba la respuesta a la gran pregunta sobre si los diseñadores pueden ser artistas.

Ya sea en la pintura, la escultura, el arte y el diseño, siempre respetó la diferencia entre la subjetividad del arte y la utilidad cultural de hacer diseño, con la intención de trabajar por y para la cultura en México. Uno de esos grandes ejemplos, fue difundir y dar calidad, en su presentación, a los grandes creadores de la literatura latinoamericana.

Su trabajo ayudó a varias generaciones a voltear la mirada, con sus portadas, hacia Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis o Bárbara Jacobs.

Con una hechura casi artesanal y una especial atención al detalle, muchas veces fue un diseñador anónimo, que mostraba sutilmente presencias descubiertas por su mirada curiosa y sensible. Este mismo hecho, junto a la coincidencia de portar en su nombre el color de la resistencia y la defensa de principios, lo hizo ser un agente para la cultura de nuestro país. En relación con esto, también se tendría que pensar en otras aportaciones de su trayectoria, dentro de las que se encuentra su faceta como docente.

Su trabajo en la Imprenta Madero revolucionó la manera de producir diseño en México y convirtió a dicho espacio en uno de formación de excelentes diseñadores. Ante tal espíritu como creador y agente educador, también ayudó a fundar la Bienal Internacional del Cartel en México.

Él nos abrió las puertas e hizo saber, a instituciones y creadores del diseño, el significado de un espacio de vinculación y encuentro internacional. Hoy deseamos rendirle tributo, a partir de las obras de 30 diseñadores migrantes con historias distintas, pero con el común denominador de saber lo que es emprender el vuelo. Desde sus carteles nos regresan sus ausencias para recordarle.

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