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Revista Casa del Tiempo No. 21 Antimonumentos

    Casa del tiempo, año XLIV, vol. IV, época VI, número 21, junio-julio de 2025

    Como una manera de hacer frente a las narrativas hegemónicas, los antimonumentos —las intervenciones efímeras o las obras permanentes que cuestionan el poder— visibilizan violencias y transforman el espacio público en un campo de reivindicación simbólico. El número de junio-julio de Casa del tiempo, mediante la crónica, el ensayo, la narrativa, la poesía y la gráfica, discute el concepto de antimonumento como dispositivo para desestabilizar el discurso oficial, y algunos crímenes a los que responde: el genocidio, la desaparición forzada, la violencia de género, la corrupción, las prácticas coloniales y los estados fallidos.

    En la sección Travesías, Mariana Martínez Bonilla revisa en clave de antimonumento la cinta Marcha sobre Roma, del realizador norirlandés Mark Cousins; Johnatan Reyes cartografía las expresiones gráficas reivindicativas de las colonias San Rafael y Santa María la Ribera en la Ciudad de México; y Erick Hernández Morales conmemora los veinticinco años de la publicación del disco Los grandes éxitos en español, de la banda de hip pop Cypress Hill.

    Louise Noelle Gras, en Imagos, nos introduce a la muestra La Máquina Estética, de Manuel Felguérez —montada recientemente en la Galería Manuel Felguérez de la Rectoría General de la UAM—, donde el artista zacatecano buscó relacionar arte con tecnología mediante una serie de premisas trabajadas en una computadora.

    En Ágora, Rafael E. Quezada revisa críticamente la figura política y literaria del escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa a propósito de su reciente fallecimiento. Fractales contiene dos narraciones que combinan la crónica y el cuento, “Un dolor agudo”, de Federico Vite; y “El mismo lado del mundo”, de Amelia Aguirre. A Contraluz, obras de Elaine Vilar Madruga, Valeria List, Michelle Recinos, Margaret Atwood y Stacy Schiff.

    En el suplemento Tiempo en la casa, “Sujetos peligrosos en la radio”, de Marina Porcelli.
    Dos mujeres se besan en un cajero automático

    Leticia Gámez Casillas
    Pedí un préstamo bancario
    para recorrer el país besándote
    en la noche de los cajeros automáticos.
    Este es mi paso por la tierra:
    el grafiti que me dejas frente a
    las cámaras de seguridad,
    el asalto a la memoria
    de las grabaciones.
    Metes la mano a ciegas.
    Tientas palpas.
    La caricia no te da la imagen del placer
    porque una hipoteca
    nos ata desde el nacimiento.
    Quisiera ser la moneda de cambio
    de una nación inexistente,
    dormitar en tu bolsillo
    como un trasto inútil y olvidado;
    danzarte en la mano mientras tus dedos
    hurgan en mi torso.
    Podríamos hacerlo en una avenida,
    un cerro, una casa,
    pero nos gusta aquí
    donde maquetamos una realidad endeble
    pese a la mirada metálica de los visitantes.
    Mañana es lunes,
    los segundos de este crédito
    están contados.
    Las cifras corren, cientos entran,
    cientos salen,
    un grito, un infante,
    el espectáculo incinerado
    de nuestros labios;
    estas palabras de cartón
    recubiertas con yeso,
    como una bala que se cuartea

    al tocar el aire.
    Un hombre se indigna,
    los carros amortiguan
    su reproche.
    No lo mires,
    deja que esta lengua
    a piel abierta
    se le amase en sueños
    y no pueda tocar cama
    sin temer la pesadilla
    de sus ahorros custodiados
    por dos mujeres que se besan,
    que se enroscan, que se rasgan,
    que naufragan a tirones
    porque ya no puedo quererte
    sin la mugre de este mundo
    briago de mercado y pobres.
    Este cajero no es nuestro,
    es del huésped sin hogar
    que tiende una manta
    en los inviernos
    para esperar su turno
    de vivir.
    Se desmorona
    l e n t a m e n t e;
    es porque te estoy dibujando
    en la espalda
    el nombre de las aves.
    Nos desmoronamos
    con él.
    Pero el manual
    de la ternura
    continúa intacto.

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