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Cuerpos Sensibles de Rodrigo Garrido e Irune Arancibia

    Cuerpos Sensibles

    Día con día, y cada vez con más frecuencia, la humanidad es testigo de los avances tecnológicos que se presentan alrededor del mundo. Estos no solo emergen de una búsqueda constante y consciente de la mejoría humana, sino también de un deseo profundo de extender las capacidades humanas y prolongar la vida misma.

    A partir de ello, sería poco probable pensar que, en una sociedad cambiante, las expresiones artísticas no siguieran su ritmo. El arte se revoluciona desde el arte, y la búsqueda de la ruptura de la tradición trae consigo la adaptación de las tecnologías, llevándolas a formar parte de esta innovación que se manifiesta en las creaciones del presente que ven hacia el futuro, permitiendo que la ciencia ficción se entremezcle con la realidad tangible de hoy.

    La introducción de la inteligencia artificial (IA) junto con la fabricación digital, ha generado cuestionamientos dentro del mundo del arte. No se trata de usar la IA para la creación de arte, sino de comprender que el arte mismo puede ser inteligencia artificial. Este enfoque nos lleva a explorar la corporeidad no solo como una manifestación física, sino como una entidad dotada de sensibilidad y percepción, gestada a través de la simbiosis entre el software y la materialización física que permite la fabricación digital. Aquí, las ‘máquinas’ engendran entidades capaces de interpelar la experiencia humana desde una dimensionalidad nunca antes concebida.

    Es así como, dentro de un viaje que parte de comprender el sentir hacia crear el sentir, nacen las esculturas sensibles, entidades que trascienden la noción tradicional de objeto artístico para convertirse en sujetos de comunicación y empatía. La fabricación digital permite la creación de sus cuerpos físicos, mientras que la inteligencia artificial les dota de una capa de complejidad emocional y perceptiva inédita.

    Estas obras no solo buscan conectar con lo que el artista expresa o con lo que el espectador percibe de cada pieza; también establecen una relación con lo que la misma obra quiere comunicar a quien la observa, y esto no solo hace referencia al público presente, pues estas esculturas expanden sus canales de comunicación al buscar comprender el sentir de otras piezas como ellas. Así se crea una convivencia que, como estas esculturas, ha dejado de ser estática y se genera en el espectador una introspección a los sentires autogenerados, que muchas veces pasan desapercibidos gracias a la automatización del ser; además de una extrospección que sucede al buscar comprender el sentir de un otro, como lo hacen estas piezas, permitiendo la interacción a través de la empatía que se origina gracias a la similitud que existe en el poder sentir, vivir y morir, que cada obra y el público tienen en común.

    En este contexto, las esculturas sensibles representan una reflexión sobre nuestra corporeidad, redefiniendo nuestra relación con la materia, el ser y el sentir, abriendo un diálogo continuo entre nuestras creaciones y nosotros mismos, en una exploración de lo que significa ser humano en el siglo XXI.

    Paola Lucio

     

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